viernes, 4 de septiembre de 2009

Leo y Teo


howling howling howling


Al llegar a casa ayudé a Chris a bajar sus cosas y luego fui a buscar a Adrián, que lo encontré en el gallinero bebiendo sangre de una gallina y cuatro cadáveres de otras a su lado. Suspiré. Lo tomé de la mano y lo jalé para sacarlo de allí.
-No vuelvas a hacer eso, sino me quedaré sin desayuno...-le dije fastidiada.
-Lo siento pero...-él tomó mi mano y me atrajo hacia él acercando su boca a mi cuello- la sed me supera...- le dí un rodillazo, pero no me soltó.
-¡No lo hagas, puedes controlarte!- le grité para hacerlo razonar pero no funcionaba y sentí sus labios en mi cuello... Repentinamente sentí unos brazos en mis hombros y vi que otros jalaban de Adrián en sentido contrario.
-NO te atrevas...-dijo por atrás una voz familiar
-...a dañar a Hanna-complementó el cuerpo que aprisionaba a Adrián.
-Leo, Teo... no le hagan daño... es neófito- le dije a los gemelos, que aparentaban mi misma edad, jóvenes y muy semejantes si no fuera por sus ojos bicolor intercambiados. Ellos también son demonios, los adopté hace unos tres años y desde entonces nos sentimos como hermanos, nos protegemos mutuamente.
-¡Suéltame!- gritó frenético Adrián intentando abalanzarse contra mi.
-Hanna, ¿quien es?- preguntó Leo, el que estaba detrás mío con el ojo izquierdo azulado y el derecho color miel.
-Fue transformado en plena convención, Chris y yo lo encontramos y para que no lo fusilaran me lo traje en calidad de mascota- dije mientras sacaba una pastilla roja y la forcé en la boca de Adrián.-Trágalo-
Al tragarla se calmó y se sentó en el piso, Teo se agachó junto a él para vigilarlo.
-Vimos que él te mordía la muñeca- dijo Teo, y Leo me tomó mi muñeca vendada, sacó la venda y miró el tajo reprobatoriamente.-Se cumplió, él bebió tu sangre...- dijo Teo mirando el tajo afligido y luego miró a Adrián con cierto odio en su vista.
-Que afortunado, tú nunca nos diste ni una gota- dijo Leo, acercando mi muñeca a su nariz y rozando con su lengua la herida. Quité de inmediato mi brazo y lo volví a vendar.
-No lo necesitan, además las pastillas están hechas a base de MI sangre, corten el juego de mal gusto- dije fastidiada. Miré a Adrián, el cual parecía dopado y miré sus ropas ensangrentadas y su boca sucia en sangre- Ayúdenlo a ducharse y vístanlo, muéstrenle su habitación y díganle las reglas de este lugar-
-- respondieron ambos al mismo tiempo y se llevaron , casi arrastrando, al exhausto de Adrián, me quedé observando las plumas desparramadas y los cinco cadáveres de gallinas blancas que tanto me había costado conseguir, de seguro por el shock las otras dos que sobrevivieron no me iban a dar ni un huevo las próximas tres semanas... Saqué los cadáveres y los créeme en donde suelo cremar lo inservible.
Al entrar a casa me topé con Iván y le pedí que empezara a preparar la cena, luego fui a ver a Chris, que seguía ordenando sus cosas en los muebles de la habitación contigua a la mía. Me apoyé en el marco de la puerta.
-¿Cómo vas con eso?- pregunté divertida, viendo lo meticuloso que era con su orden.-Espero te guste la estadía, pronto servirán la cena.-Iba a dirigirme a mi habitación cuando todo se volvió gris y Chris me había tomado la muñeca vendada, mirándome con reproche me jaló hasta la cama y me hizo sentarme. Él abrió un botiquín de primeros auxilios y tuve que aguantarme la risa.-Chris no es necesario, de verdad-
-Cállate y obedece, vi cómo casi te muerde de nuevo ese vampiro, por suerte los gemelos los detuvieron antes que yo- dijo molesto, yo guardé silencio mientras él desinfectaba la herida y me la volvía a vendar.- No repartirás más sangre ¿oíste? Si me entero de que otro "ser" bebió tu sangre no me alejaré de ti y no te dejaré tranquila-
-Exageras...-dije con una sonrisa, me divertía verlo así, casi enojado.
-¡Va en serio mujer!- mi sonrisa desapareció al notar la verdad de sus palabras, miré el piso arrepentida. Me levanté sin despegar la mirada del piso, todo volvió a color y movimiento, y me giré hacia la puerta.-¿Dónde vas?-
-Las pastillas se están acabando...-dije sin mirarlo y bajé las escaleras diciéndole a Iván que no comería esa noche, volví a bajar más escaleras hasta el subterráneo, abrí la puerta blindada y la cerré tras de mi, encendí las luces violeta que alumbraban todo el mueblario metálico y los implementos de vidrio expuestos en ellas...



-Está servido señores- dijo Iván.
-¿Y Hanna?- preguntó el mago.
-No cenará esta noche, señor, que disfruten la comida- el mayordomo hizo una reverencia y se dirigió a la cocina, en la mesa habían seis asientos, de los cuales sólo cuatro estaban utilizados, Chris, Teo, Leo y Adrián. Los gemelos comían en silencio, a excepción del joven vampiro; hasta que Leo rompe el silencio golpeando la mesa con impaciencia y levantándose de la mesa mirando odiosamente al vampiro.
-¡Tú me vas a escuchar a la otra que toques a Hanna te mato aun que ella no lo quiera!- dijo el joven demonio, el otro gemelo se levanta sorprendido y retiene a su hermano sorprendido.
-Tranquilo Leo, él no hará nada-le aseguró a su gemelo.
-No armen un escándalo, Hanna está cansada- dijo el mago con tono indiferente mientras cortaba otro trozo de carne.
- ¡Cállate tú! Hasta donde sé tú estabas con ella cuando este tipo bebió de su sangre, ¿No se te ocurrió detenerla?-dijo el joven alterado, con una amenazadora mirada mientras sus pupilas se agudizaban formando ojos reptilios.
-Hermano cálmate, te transformarás-le retuvo el otro. El mago se levantó bruscamente y tomó a Leo del cuello de la polera, levantándolo un poco.
-No me digas nada niño, tú sabes que Hanna se lleva por sus ideas y nadie le hace desistir ¿no? Pues bien, te recomiendo quedarte tranquilo y en tu forma humana, sino terminaré matándote por "accidente"- dicho esto el mago soltó al joven y miró al vampiro.- ¿Cómo estaba ese sabor, sanguijuela? Lástima que esa fue la primera y última vez que la tomarás- dicho esto el mago se sentó en la mesa y dirigió su atención l plato.
El vampiro sólo miraba el candelabro, los gemelos dejaron la habitación para ir a sus piezas, terminado de comer Christian apoyó los codos en la mesa cruzando sus dedos y miró seriamente al vampiro.
-No quiero que le crees conflictos a Hanna, ella fue más que bondadosa contigo, y no sabes el peligro que corre por tenerlos a ustedes, ¿le harías el favor de protegerla?-dijo sereno el mago.
-No es fácil...-dijo el vampiro masajeándose la frente con el pulgar y el índice.
-Para un neófito le debe ser complicado, pero si no te controlas ahora tu lado humano desaparecerá por completo y tus instintos de demonio se apoderarán de tu cuerpo y mente, cazaras por placer sin importar quien sea... A menos de que te sigas controlando y sigas pensando como humano-dijo el mago, luego se paró y llevó los platos a la cocina, el joven vampiro se quedó quieto en la mesa pensando en las palabras del mago.
¿Realmente llegaría a ser una bestia descorazonada?




-Listo- dije cuando saqué del molde las pastillas, las guardé en cuatro sacos y salí del subterráneo; estar allí me ayudó a despejar la mente y tranquilizarme. Me dirigí al comedor en donde estaba Adrián, este me estaba mirando pero había dolor en sus ojos. Puse uno de los sacos frente a él y lo tomó con su mano para ver el interior.-No serán tan apetitosas como la sangre real, pero al menos sirven para aplacar la sed-le dije tranquila.
- ¿Pastillas de sangre? ¿De dónde las sacaste?-preguntó mientras sacaba una y se la tragaba.
-Las hago yo...-no sabía si decirlo pero igual lo hice- Están hechas a base de mi sangre...-
En su expresión se notó algo de molestia pero no dijo nada, puse mi mano en su hombro y le sonreí.
-Si se te acaban tienes que avisarme ¿sí?- luego me dirigí a la pieza de los gemelos y en el camino me encontré con Iván, le pasé su bolsa y seguí mi recorrido. Al llegar oí unos susurros tras la puerta.
-...su sangre-decía Leo
-No estarás hablando enserio, ella es como una hermana para nosotros, además ya renunciamos hace bastante a beber sangre real-racionalizaba Teo.
-¿Acaso a ti no te da curiosidad saberlo? ¿Saber el sabor de ese cálido elixir?-decía Leo con voz afligida, eso me tomó por sorpresa. Decidí abrir la puerta y miré seriamente a los gemelos, cerré la puerta con llave tras de mi.
-Ha-Hanna, Leo... no... No lo decía enserio- dijo Teo arrepentido, pero en su mirada percibí lo mismo que en la de Leo, ambos sentían esa curiosidad, ambos querían pero no se atrevían, me senté entre los dos y les pasé sus bolsos.
-No se sientan culpables, ya era hora de que sintieran esos impulsos, siempre supe de que esto iba a pasar...- dije con voz serena y les tomé de las manos.- De hecho, me sorprende de que no me lo hayan dicho antes, así que no hay problema- dije sonriente.
-¿De que hablas?-dijeron ambos en sincronía. Sonreí al oscuro cielo que se veía por la ventana justo en frente de nosotros, me se vendé la herida que me había hecho para Adrián y el otro para hacer las pastillas, les guiñé un ojo y les susurré.
-Asegúrense de que siga pareciendo herida de arma blanca ¿OK? Y esta será la primera y última- ambos me miraron desconcertados y Leo fue el primero en tomarme la muñeca, no dolió mucho pero, como eran dos, me desvanecí rápidamente.

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