jueves, 1 de julio de 2010

Tan cerca de ti


¿Ella no se alejaba? Sus ojos lo miraban con una ternura y deseo que Alan no se pudo explicar. Alan sintió el aliento de los labios de Callie…
-¿Callie?-dijo el joven en la puerta, Nathan estaba en una posición tal que no podía ver a su hermana, pues Alan la tapaba. Ella cerró los ojos de golpe y se dejó caer simulando un desmayo. Alan la tomó en sus brazos sintiendo su tibio cuerpo contra el suyo ¿Cómo podía ser tan placentero sentir un cuerpo pegado?- ¡Callie!- Nathan corrió hasta ella dejando un botiquín de primeros auxilios en el suelo- Hay que acostarla- Callie abrió lentamente los ojos.
-¿Estas bien?-le preguntó Alan.
-Sí- su voz era débil, e intentó levantarse, pero la sensación de tenerla en sus brazos era tan agradable… la retuvo en sus brazos.
-Mejor es que te tiendas, un movimiento brusco podría marearte- justificó Alan con la mayor seriedad que pudo disimular. Ella le miró a los ojos sorprendida y sonrojada, tan adorable… tan deseable.
-Veamos tu hombro… es lo que más me preocupa- dijo el menor y deslizó la tela de la blusa por el hombro de Callie dejando al descubierto la sangrienta marca. Nathan le echó agua a la herida para limpiarla.- Te recomiendo que la sostengas bien- le dijo a Alan, como no lo estuviera haciendo.
Callie cerró los ojos con fuerza y apretó la mandíbula. Nathan intentaba ser delicado pero aquella herida parecía tan sensible. En un momento llegó Teo y ayudó con la saturación de la herida.
-Prepárese señorita, voy a empezar-le advirtió el mayordomo antes de empezar con la saturación, lamentablemente, el menor le explicó a Alan, Callie era alérgica a la anestesia, por lo que siempre había sufrido con las saturaciones, pero por lo mismo tenía una gran resistencia al dolor. Ella escondió el rostro en el pecho de Alan y le apretó la camisa con la mano entregándose al futuro inmediato.
Cuando Teo empezó escuchó un gemido de dolor ahogado y él la apretó más contra si mismo, hasta que terminó.
-Señorita Callie, aún falta su brazo- aquel brazo que había utilizado para proteger a su hermano menos de un jarrón de cerámica. Teo limpió las heridas y le vendó el brazo, luego guardó lo restante en el botiquín.- El señor Daniel está encerrado en su habitación, lo mantendré dormido hasta que sus padres lleguen, con permiso iré por el almuerzo- Callie estaba pálida y sólo asintió con la cabeza.
-Almorzaré en mi habitación, Teo- dijo Nathan, el mayordomo asintió con la cabeza y desapareció por la puerta- Llamaré a papá para que adelante el vuelo, ¿Alan, te molestaría encargarte de mi hermana?-
-Para nada- dijo instantáneamente. El menor le ayudó a acomodar a Callie en la otra cama de la habitación, pues ella estaba débil después de la intervención, luego le dio las gracias y se fue.
-Lamento las molestias- susurró Callie, Alan se había sentado a su lado en una esquina de la cama. Él negó con la cabeza y le sonrió tomándole la mano.
-Para nada, te devuelvo el favor-
-¿Qué pasó con tu yeso?- dijo confundida.
-No soporto los enyesados, me dan comezón además de que no lo necesitaba- dijo riéndose y moviendo el brazo derecho con total normalidad.
-Eres raro- suspiró ella intentando sonreír.
-¿Por qué?-
-Pareciera que encuentras estas peleas de lo más normales, no haz preguntado nada sobre quién es Daniel o porqué lo ha sedado Teo-
-Teo me dijo que es tu hermanastro y que no le agradas en absoluto, aun que sí, me sorprende que ese canalla llegue a ese extremo de hacerte tal daño- dijo con desprecio. Realmente quería matar a aquel tipo, y sobre batallas, él estaba acostumbrado, su vida eran las batallas, el espionaje…
-No frunzas el ceño, se te harán arrugas a temprana edad-le dijo con una sonrisa.
Teo llegó con la comida, la cual le devolvió el color al rostro de Callie, ya volvía a sonreír. Terminado el almuerzo platicaron de vanidades toda la tarde, para la cena Nathan se les unió y ya en la noche Nathan no dejó que Callie se moviera de la cama así que le pidió inocentemente a Alan que la cuidara aquella noche, pues ambos dormirían en la misma habitación. “Que inocentes son los jóvenes” pensó con pesar y gozo Alan al cerrar la puerta de la habitación.

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