miércoles, 29 de julio de 2009

Sólo si yo quiero

-No digas esas cosas-me dijo con melodiosa voz. Me sequé las lágrimas con los vuelos de mi manga e intenté sonreír.
-Si supiera por qué lo digo, me daría la razón- le dije mientras observaba las flores a nuestro alrededor, y notando que el crepúsculo ya se había terminado y daba paso a la aparición de la luna y su frío manto de brisas. Miré la colina lejana en donde los destellos del sol escondido coloreaba el cielo de tonos rojizos y violetas como un aura de tranquilidad y energía cercana a su fin.
-Me gustaría saberlo- dijo él sacándome de mis pensamientos y contemplaciones.
-¿Qué cosa?- no pude recordar el tema anterior, sólo recordaba la nostalgia del cielo y que el me había pedido algo especial...
-¿Por qué dijiste que tu corazón es torpe y masoquista?- dijo medio riéndose al ver mi expresión, ah... eso era, bajé la mirada, ya nostalgica, y el golpe de recuerdos bombardeó de manera súbita mi mente y visión.
-El recordar algo que aprecias, luego de que se te fue arrebatado, abre yagas incurables- susurré inconcientemente.
-¿Tuviste un novio?-preguntó su voz sonaba celosa y sus ojos entrecerrados y sigilosos me sacaron de la nostalgia. Torcí una sonrisa y negué con la cabeza.
-No- espeté divertida- ya te lo había dicho en el restaurante- detallé, el sonrió al ver mi cambio de animo. Me tomó de la mano.
-Ya está helando, mejor entremos- me dijo levantándose y luego ayudándome a parar, a medida de que nos acercábamos a la casa logré dilucidar las imágenes de Ofelia y Hindi en la ventana de la cocina, indiscretamente, mirándonos. La sangre revoloteó vigorosa por mis capilares y encendieron de un rojo manzana mis mejillas, miré al piso para que Elfric no se diera cuenta, pero el revoloteó de su brazo y el sonido de una risa ahogada me afirmó que si lo había notado.
Al entrar nos dirigimos al salón donde "disimuladamente" Ofelia colocaba la mesa de once para cuatro personas, suspiré rendida, luego con Elfric empezamos a hablar de trivialidades, la economía, los condes más poderosos y el poco empleo disponible.
-¿Tú trabajas?- me preguntó con una sonrisa.
-Sí, en el Club de Caballeros de Drive Street-dije sin mayor énfasis, el abrió los ojos de sobremanera.
-¿De verdad?-corroboró, luego recordé los malos ratos y las "mujeres de poca honra" que allí trabajaban, me exalté y negué rápidamente.
-¡Sólo trabajo como mesera! ¡N-no como...!-no quise seguir además el se empezó a reír por mi repentina reacción.
-No te preocupes, no creo que seas de esas; sólo que yo debo ir allá mañana, bueno, y hasta que decida irme de aquí-la ultima oración retumbó con nostalgia en mi cabeza ¿hasta que decida irse? ¿Hasta que sus negocios terminen? ¿Es allí donde todo terminará?, es cierto él ya me lo había dicho, entonces ¿por qué? será que tan solo sigue los amores pasajeros o que quiera algo de mi... pero yo no tengo nada, sólo esta casa que ni si quiera es mía. Todo es una farsa, él sólo quiere algo, algo de mí que no sé que es. Él solo jugará conmigo hasta obtener lo que tiene y luego me dejará botada y rota como las muñecas de porcelana...

-Ey! Yo todavía no decido irme-dijo y se arrodilló frente a mí tomándome las manos, no me había dado cuenta, yo estaba llorando y mis manos me temblaban- Y no me iré de tu lado si tú no quieres...- su rostro reflejaba preocupación, pero a la vez confianza y certeza, certeza de que sus palabras eran ciertas.-No llores mi pensamiento, que la luz de tus pétalos parecen marchitarse- decía mientras pasaba sus sutiles dedos por el arco de mis ojos atrapando las lágrimas de dolor erróneo.
Tomé su mano y la mantuve en mi mejilla, que reconfortante, sus palmas heladas calmaban el ardor de mis mejillas y su dulce aroma tranquilizaba mi mente. Lo miré y él a mi, sus ojos me atraparon en su cielo infinito, en ese momento irrumpió Ofelia, con su más escotado vestido.
-La mesa está servida Ann, cuando quieran pasan- dijo con su voz que comparándola con los sonidos a que me había acostumbrado pareció el grazno de un ganso que me sacó de inmediato del hechizo de los ojos de Elfric, suspiré molesta por dos cosas; la primera, por el abrumante cambio de realidad; y la segunda, por el desvergonzado escote de Ofelia.
-Disculpen, les agradecería que pasen al comedor, no quisiera que se enfriara la comida- dijo Hindi, mucho más dulce y decente que Ofelia, por supuesto. Me paré del asiento y me limpié las lagrimas bruscamente con las mangas del vestido, y pasamos al comedor, de cabecera dejamos a Elfric, en el segundo puesto a su derecha (a pesar de que quiso estar en el primero, sólo una mirada mía bastó para que se moviera) se sentó Ofelia, en el primero Hindi y a su izquierda yo.
Nuevamente las trivialidades aparecieron en la conversación hasta que Ofelia se avalentó.
-¿Y usted donde se hospedará?- la mesa era ancha así que no alcanzaba a darle un punta pie.
-Aún no lo he pensado-dijo despreocupado.
-Ya es bastante tarde como para buscar hospedaje ¿no cree?-insistía Ofelia al ver que no le alcanzaba. Fruncí el ceño molesta.
-Quizás, pero no es algo que me preocupe-contestó de la misma manera, pasajera y sin darle mayor importancia; un alivio para mi, los intentos de Ofelia se lanzaban intentando alcanzar la orilla del paraíso, pero no le era suficiente.
-¿No quisiera quedarse esta noche? hay una habitación desocupada, así no correrá riesgos, así mañana podrá ir a buscar un lugar donde hospedarse- dijo gentilmente Hindi, claro que si lo hubiera dicho Ofelia me pararía de la mesa y sabe-quien lo que le haría a Ofelia.
-Muchas gracias, Hindi-dijo sonriente- Sólo si a Angelic no le molesta, claro- dijo para rematar, lamentablemente estaba con un trozo de pan en la boca así que le miré inconciente y di señas de que no me molestaba. Hindi y Elfric rieron por mi actitud, pero Ofelia al ver su fracaso puso los brazos en jarra."¡¡Victoria!!" exclamé en mi mente al ver la actitud de Ofelia.- Entonces aceptaré vuestra oferta, gracias señoritas-

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