sábado, 6 de junio de 2009

Sobreviviendo en el presente...


Ya habían pasado meses desde que me fui de la mansión del Conde Daris, logré apropiarme de un trabajo estable y una casa nueva y más pequeña, la cual había financiado con la venta de mi casa natal, y la cual comparto con dos compañeras de trabajo. Trabajo como mesera en un Club de Caballeros en el centro de Londres, a pesar de que sean de alto estrato social, no son más que unos viejos verdes...
Eh! Jovencita, otro Brandy para mi compañera- dijo en Vizconde Franwer, con su adiposa figura echada en un sillón de terciopelo alzaba una copa a la vez que apretaba con su otra mano la cintura de su poca honrada compañera, que daba risitas estúpidas cada vez que el viejo la apretaba. Asentí con la cabeza y me dirigí a la cocina.
-Sólo por que de esto me sustento...- susurré de mala gana y tomé un baso de cristal en el cual vertí el adictivo fluido. Lo puse sobre una bandeja de plata y me dirigí hasta el lugar de entrega, lo que ahora veía de seguro sería chocante para aquel que no entiende que el dinero no simboliza la educación o pudor. Feroz orgía tenía acción en la sala de los mayores estratos sociales como si estuviéramos en la antigua Grecia, entregué el pedido y caminé discretamente hasta la cocina, ese olor me revolvía el estomago y me daba nauseas.
El día transcurría con pedidos y escenas de ese tipo, en su mayoría todas eran así. Pero la minoría era de jóvenes de cargos sociales importantes que se congregaban en una sala diferente, ellos sí parecían tener conciencia de su cargo y al menos aparentaban tener moral. Sun reuniones siempre eran al rededor de las cuatro de la tarde y para ese entonces dos compañeras de trabajo y yo ya teníamos arreglado su salón, con una sola botella de brandy, quince vasos de cristal y quince tazas de té con sus respectivas efusiones. Luego nosotras de vez en cuando entrábamos al salón con teteras para rellenar sus vacías tazas.
-El señorito Garret es tan guapo- exclamó Ofelia, de las tres creo que era la más bonita, tenía rizos rubios que caían graciosamente y unos ojos entre marrón y verde muy peculiares.
-No creo que tengas problemas para conquistarlo Ofelia- dije como si nada mientras revisaba cómo la tetera hervía el agua.
- Angelic está en lo cierto, pero yo no creo que pueda estar con mi amado Federic- suspiro Hindi, quizás no era tan agraciada como Ofelia pero cuando se arreglaba con cuidado podría decirse que era tan bella como Ofelia, además su voz era hermosa siempre que podía nos cantaba.
- Hindi que sonsa eres ¿no haz visto cómo te mira cuando le sirves té?- dijo Ofelia regañándole. Ella negó con la cabeza con las pálidas mejillas sonrojadas, luego entendió que quizás sí tenía tantas oportunidades como Ofelia.
- El agua está lista...- dije, rellené las tres teteras de plata con el fluido ardiente y cada una tomó la suya para entrar al salón. Ofelia fue hasta su presa al igual que Hindi, mientras yo iba sirviendo a quien pidiera sin mirar a nadie y hablando lo justo y necesario para parecer cortés y decente, lo necesario para conservar mi trabajo.
De vez en cuando llegaban niños al Club, en esos casos Ofelia e Hindi servían té mientras yo me encargaba de los niños, haciendo juegos de adivinanzas o inventando una que otra historia de viejos capitanes marinos y batallas monumentales que dejaban expectante a los jovencitos y me hacían acordar a mi difunta familia.
Terminado el día Ofelia, Hindi y yo nos dirigimos a casa, al llegar alimento a Timonel y luego contemplo el rifle detrás de la puerta de mi habitación. Mientras Ofelia cocina la cena e Hindi canta mientras pone la mesa y ayuda en la cocina.
La verdad me apena el recordar a mi familia, pero no del todo. Al menos no me siento tan sola como pensé que me sentiría en un principio, pues de fondo siempre escucho los cantos de Hindi...

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