martes, 2 de junio de 2009

Un comienzo, con finales...

Es una bonita tarde, todo tranquilo y nada que salga de lo habitual. La verdad es que este tipo de vida me aburre y mi madre lo sabe bien, el otro día se lo dije.
-Mamá quiero irme de casa- le dije mientras ella encintaba el caballo para ir a la ciudad.
-¿Por qué?- dijo sin darme mucha importancia.
-No me gusta lo habitual y tranquilo de esta casa...-expliqué, ella terminó y se subió al caballo, me miró con una cara seria.
-No podrías vivir sin estas comodidades, además tus hermanos necesitan de ti, es tu deber como hermana mayor cuidarlos a ellos-
Ese fue el fin de la discusión, me acuerdo que la maldije de mil y un maneras en mi interior, adoraba a mis hermanos, Pamela estaba en una edad avanzada con sus 16 años, los gemelos Nathan y David eran unos hombrecitos de 13 y la menor de todos Esmeralda de 6 añitos abrasaba a todo quien se le cruzara.
Sus abrazos se extrañan, al igual que el alboroto de los gemelos y la sobreliada de mi hermana, pero ahora ya no volverán, ni tampoco los regaños de mi madre. Todo por culpa del libertino de mi padre, un capitán de barco que refugiaba a los rebeldes en nuestra casa, la autoridad al enterarse de esto irrumpió en nuestra casa y mató a los rebeldes junto a mi padre en frente de los inocentes ojos de Esmeralda, nos llevaron al resto como esclavos del conde Daris como paga por nuestra rebeldía.
De los malos tratos y sobre exigencias mi madre decidió, sin mi consentimiento, matar a mis hermanos para acabar con su inocente sufrimiento; cuando volvía de mi trabajo los vi tapados por una manta blanca recostaron en la cama y mi mamá agarrándoce la cabeza de manera brutal con la escopeta en sus pies me dio pavor y un sufrimiento inmenso por perder a mis hermanos.
-La escopeta se trancó- me dijo con la cara ensalzada en lágrimas de desesperación.
Una parte de mi ser entendió el por qué de su actuar pero otra parte lo repudiaba, mi padre siempre nos decía "Nunca de los nunca debes dañar a tu familia", al parecer mi madre no lo había recordado.
Tres meses después mi madre murió, quedando sola en aquel lúgubre mundo de estratos sociales que honran y humillan a la gente sólo por su aspecto y pertenencias. Un día el hijo del Conde bajó hasta mi habitación con una ancha sonrisa, yo hablaba con él cuando me lo pedía pero jamás sentí un lazo afectivo hacia él.
-La revolución ha terminado ¡Eres libre!- no me imaginaba cómo se las arreglaría el conde para vivir sin criados.
- ¿Y? -dije en tono indiferente- El estado no me devolverá a mi familia, ni remunerará el daño y sufrimiento que me han hecho - después de esto salí del lugar, ni siquiera me di vuelta para mirar si me seguían ni despedirme del conde.
Me dirigí directo al establo, el Conde como consuelo por la muerte de mi familia me había regalado un caballo negro, monté Timonel y me fui de la hacienda con algunas monedas, la escopeta y el mal recuerdo del lugar.

1 comentario:

  1. :OO! wooow
    Angelic! me encanto ^^ no suelo leer este tipo de hitorias, pero esta esta genial! *.*

    nos vemos^^

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